26 de septiembre de 2016

Don Andrés Bello y La Formación de una Conciencia Americana parte 1

Conferencia distada en acto-homenaje a Andrés Bello, realizado en la sede de la Agrupación Cultural femenina Caracas, noviembre, 1952.
                                                                                                  Cesar Rengifo 
                                                                                         (14/05/1915 - 02/11/1980)

Para muchos ensayistas e historiadores la vida colonial en los países ameicanos dominados por España, fluyó dentro de cauces apacibles y monótonos. Según ellos, el tiempo transcurrido entre los hechos de la Conquista y las explosiones revolucionarias del siglo XIX que culminan con la Independencia del yugo peninsular, fue un tiempo en el cual nuestros pueblos estaban como adormecidos, desprovistos totalmente de inquietudes y atentos sólo a sus tareas agrícolas y a la salvación de las almas mediante el estricto cumplimiento de los deberes religiosos. Para tales ensayistas e historiadores, el despertar impetuoso de estos pueblos y la iniciación de su tenaz y cruenta lucha por un ideal de libertad y patria, se produjo aislado, sin raíces ni proceso anterior de desarrollo. Nada más anti historico que eso.

Toda vida colonial, antes que ser apacible y arcaica, fue un constante proceso de lucha. Lucha de los naturales -que no se resignaban a aceptar la dominación-  y cuya rebeldía contra el conquistador se transmitía -aun bajo el proceso de mestizaje- de generación en generación. La lucha de los conquistadores mismos que se posesionaron de estas tierras con sus esfuerzos y sacrificios, contra los funcionarios reales venidos después; lucha contra la Corte misma que desde lejos y fuera de la realidad establecía impuestos y dictaba leyes; y lucha, en fin, entre la clase de terratenientes que se iba formando -prolongación de los encomendados- y el pueblo formado esclavos, indios y pardos. Los terratenientes, en cuyas manos estaban todos los medios y fuerzas de producción, dominan desde el primer momento los ayuntamientos y desde ellos hacen sus baluartes fundamentales para oponer resistencia y lucha  -velada o abiertamente, según las circustancias- contra la Corte y al mismo tiempo cuidar de mantener bajo una absoluta sumisión a las clases dominadas. 

Esa lucha de diversas facetas, no es en ningún momento sorda y sosegada;  antes, por el contrario, se manifiesta en numerosas ocasiones irascible y violenta. La rebelión de los Pizarros en el Perú; la vesánica trayectoria del Tirano Aguirre; el heroico sacrificio de Túpac-Amaru; la rebelión de Miguel en Burla; el movimiento de nuestro Francisco de León; el agustiado conato revolucionario de José Leonardo Chirinos, en Coro; la gigantesca lucha del adnegado Francisco de Miranda; los sacrificios de Gual y España, como los de otros muchos, son todos expresiones de esa lucha constante. Lucha nutrida y mejor orientada desde los finales del siglo XVIII por las ideas revolucionarias de los enciclopedistas que ya demandaban enérgicamente la muerte del feudalismo y el poder para la burguesía.

El proceso de lucha va conformando en nuestros pueblos sentimientos e ideas de americanidad, sentimiento e ideas confusos a veces, pero que cobran forma precisa a medida que en todas las clases se van afirmando los conceptos de Patria y Nacionalidad y surgiendo una conciencia en torno a ellos. 

El hombre americano que surge en tal proceso de mestización y de lucha va adquiriendo conciencia de que ya él es otro muy distinto del español, y con esa conciencia, sólida ya para fines del soglo XVIII, adquiere la de que América, vasta e inmensamente rica, tiene un porvenir maravilloso que conquistar. -filtradas a través del muro inquisitorial español- que una nueva era está naciendo para los pueblos y que en ella hay un puesto para los de esta parte del mundo. Sin embargo, esa conciencia, si en verdad es solida, ya no está devastada ni debidamente estructurada. Esa tarea han de realizarla hombres de extraordinario vigor espiritual.  Unos en los campos de batalla y en los gabinetes de estadistas; otros mediante la obra cientifica, artística y literaria. Entre estos es Don Andrés Bello uno de los pilares fundamentales.


A pesar de los valiosos trabajos de divulgación e investigación que sobre Bello se han realizado, desde Amunátequi, pasando por Rojas, Miguel Antonio Caro, Blanco Fombona, Menéndez Pelayo, Cuervo, etc., hasta Rafael Caldera, Crema y Pedro Grases, bastante poco se conoce aún sobre la vida y obra Bello en Caracas.

                                             César Rengifo

 

Fuente:  Idealidad Avanzada año III N° 94 / 24-01-2016
          

7 de septiembre de 2016

ORIGEN DE LA IZQUIERDA


La Revolución Francesa fue un suceso que marcó el mundo.
 
¿Cuál es el origen de la izquierda y la derecha política en la historia?

La división izquierda-derecha tiene una fecha de nacimiento dudosa. Todos la sitúan en las primeras semanas de la Revolución Francesa, pero no todos coinciden en cuanto al día. Hay un primer grupo de autores que ubica el origen de la expresión el 28 de agosto de 1789.


Los partidarios de que el Rey tuviera derecho de veto se sentaron a derecha del presidente. Uno de ellos es Gustavo Bueno, que en «El mito de la izquierda. Las izquierdas y la derecha» (Ediciones B) dice lo siguiente: «Fue en la sesión del 28 de agosto de 1789, es decir, ya constituido el tercer estado como Asamblea Nacional cuando (acaso por analogía con la Cámara de los Comunes, en la que el partido en el poder se sienta siempre a la derecha, dejando la izquierda para la oposición) los partidarios del veto real absoluto se pusieron a la derecha y los que se atenían a un veto suavizado, o nulo, a la izquierda. Esta “geografía de la Asamblea” —como decía Mirabeau ya el 15 de septiembre de 1789— se mantuvo». 

Muerte Luis XVI 

Por contra, un segundo grupo sitúa el nacimiento de la izquierda y la derecha el 11 de septiembre de 1789, solo dos semanas después. Aunque las fechas bailan, sí hay consenso en torno a la circunstancia que provocó este reparto del espacio en la Asamblea Nacional.

Revolución francesa

Una forma práctica de votar

Al parecer sucedió en Versalles. Los políticos estaban debatiendo sobre el derecho a veto del Rey en las decisiones que tomase la Asamblea y surgieron tres grupos. Uno que estaba a favor que el monarca pudiera tumbar las decisiones de la Asamblea. Otro que estaba en contra y que contemplaba la opción del veto suspendido, que impedía al Rey derogar las decisiones de la Asamblea durante una o más legislaturas. Y, por último, un grupo de indecisos.

En vez de llamarlos izquierda y derecha, los bautizaron como «llanura», «montaña» y «marisma»


Cuentan que para facilitar el recuento (pues votaban a mano alzada) las distintas tendencias se repartieron el espacio de la Asamblea. Hay quien dice que fue para facilitar el diálogo entre los partidarios de una y otra opción. El caso es que a la derecha del presidente se colocaron los que estaban a favor del veto real, a la izquierda los que estaban en contra y en el centro los indecisos. Después de este reparto, los franceses de la época no bautizaron las distintas tendencias como izquierda o derecha, sino como «la montaña» (izquierda), «la llanura» (derecha) y «la marisma» (los indecisos que ocuparon el centro de la sala).
¿Qué defendía cada ideología?

Revolucin-francesa-20-728

A la izquierda del presidente se sentaron los partidarios de una nueva constitución. Entre ellos estaba, desde el primer día, Robespierre. Estos eran partidarios del veto nulo o suspendido, es decir, de impedir que el Rey pudiera tumbar las decisiones de la Asamblea.

En el centro de la Asamblea se situaron los indecisos (o moderados, según otras publicaciones). Estos no tenían una postura definida en torno al papel del Rey.

A la derecha del presidente se situaron los defensores del poder real. Estaban a favor de que el monarca pudiera vetar las decisiones de la Asamblea Nacional. Este grupo lo formaron absolutistas convencidos, gente de la Nobleza y el clero principalmente.

 Gráfico del espectro político; una variante del grafico de Nolan.


Por: Venezuela Inmortal | ABC.es  junio 2016

12 de junio de 2016

Salvador de la plaza1 Edumedia


Fabricio Ojeda 1929-1966


La revolución verdadera, la violencia
y el fatalismo geo-político

Periodista y guerrillero venezolano nacido en Boconó el día 6 de febrero de 1929 y asesinado el 21 de junio de 1966 [«suicidado»] en Caracas, en los calabozos del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA). 

Un camino distinto al de la sumisa aceptación de la «revolución permitida» –que no es revolución sino en la falaz teoría de los imperialistas– implica un cambio substancial en la actitud de individuos y grupos y conlleva, en primer término, a la liberación de cada cual. 

Lo principal está en comprender exactamente los problemas del país, su esencia y sus causas. Luego, la magnitud de los intereses en pugna y la conducta de cada clase social frente al conjunto. El análisis completo de la situación general más el examen detallado de la correlación de fuerzas en lo nacional y lo internacional, determina las características y posibilidades de una revolución verdadera, sin más limitaciones que las que imponen las realidades objetivas y sin más restricciones que las que corresponden a un proceso difícil frente a un enemigo relativamente poderoso. 

En la medida de que la necesidad de la revolución se aclara ante los diversos sectores nacionales y aparece en toda su nitidez y, en la medida también de que el pueblo y su vanguardia revolucionaria se lanzan a la lucha definitiva –como ha ocurrido en Venezuela y otros países de estructura similar– los imperialistas y demás clases reaccionarias se apresuran a tomar todas las posiciones correspondientes para mantener su dominación y atemorizar, con la práctica, de la amenaza y los hechos de fuerza, a los grupos y clases que aun comprendiendo aquella necesidad no se atreven a arriesgar lo que ya han conquistado, a poner en peligro sus intereses en una lucha que, mirada superficialmente, luciría como aventura.

Fabricio periodista de La Calle, El Heraldo y El Nacional, representando a la Unión Republicana Democrática URD, alcanzó gran protagonismo en 1958 como Presidente de la Junta Patriótica que logró terminar política y militarmente con la dictadura que el teniente coronel Marcos Pérez Jiménez Dictador, asumio la Presidencia de la República en diciembre de 1952, y su derrocamiento por parte de las Fuerzas Armadas y su huida en el avión Vaca Sagrada hacia la República Dominicana el 23 de enero de 1958. 

Fabricio Ojeda realizó entonces la primera alocución pública tras producirse el vacío de poder, llamando a la tranquilidad patriótica: «Este no es el momento de la venganza.»

Tres días antes, el 20 de enero de 1958, ya se había producido el «pacto de Nueva York» [en presencia de Maurice Bergbaum, jefe de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado de los Estados Unidos del Norte de América] entre Rómulo Betancourt (de la socialdemócrata Acción Democrática AD), Rafael Caldera (del socialcristiano Comité de Organización Política Electoral Independiente COPEI) y Jóvito Villalba (de la nacionalista Unión Republicana Democrática URD), por el que los representantes de estos tres partidos sellaban su solidaridad frente a la tiranía militar de Pérez Jiménez, pero marginando, de paso, al también opositor Partido Comunista de Venezuela. Acuerdo reafirmado el 31 de octubre de 1958 en el «pacto de Punto Fijo» –nombre de la residencia de Rafael Caldera– cuando se comprometieron a respetar el resultado electoral y establecer un gobierno de unidad nacional (segundo pacto del que expresamente se orilló al Partido Comunista de Venezuela, pese a que había formado parte de la Junta Patriótica).

En las elecciones generales de 1958, fue elegido Fabricio Ojeda diputado, de la URD, al Congreso Nacional, por el Distrito Federal. Se cumplió el pacto de Punto Fijo, el gabinete Betancourt lo formaron adecos, copeyanos y urredistas, y el tripartito se repartió entre su militancia cargos y gobernaciones... hasta que la URD se retiró del gobierno y del pacto en 1962, año en el que surgen las primeras guerrillas organizadas de Venezuela en el siglo XX inspiradas por el ejemplo triunfante de la revolución cubana.

Fabricio Ojeda, maestro, periodista y diputado, estudioso de la independencia de Cuba y admirador de la revolución cubana, renunció a sus cargos en 1962 y se unió a las guerrillas. Ese mismo año de 1962 apareció publicado en La Habana su libro Presencia revolucionaria de Martí.
Se hizo famosa su carta de renuncia como diputado, de 30 de junio de 1962.

Fabricio Ojeda fue uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional FALN, constituidas formalmente el 1º de enero de 1963 (al agruparse el Frente José Leonardo Chirinos –Douglas Bravo, Elías Manuitt Camero–, el Movimiento 2 de Junio –comandante Manuel Ponte Rodríguez, capitán Pedro Medina Silva–, la Unión Cívico Militar –teniente coronel Juan de Dios Moncada Vidal, comandante Manuel Azuaje–, el Movimiento 4 de Mayo –capitán Jesús Teodoro Molina, comandante Pedro Vargas Castellón– y el Comando Nacional de Guerrilla). En las guerrillas llegó a obtener el grado de comandante y presidió el Frente de Liberación Nacional FLN en el distrito Argimiro Gabaldón.
 
Detenido fue sentenciado por un Consejo de Guerra a 18 años de presidio por Rebelión Militar. Pero recluido en la cárcel de Trujillo logró fugarse en compañía de otros compañeros. Apresado de nuevo en junio de 1966 en Caracas, fue asesinado cuatro días después (aunque en la versión oficial se aseguró suicidio). 




 Fuente: Pensamiento crítico
Centro de Estudios Latinoamericano